Esta parte de venderse uno mismo siempre me ha parecido algo desagradable. Hace años en una conferencia en Buenos Aires comenté al auditorio lo absurdo de describirme, diciendo lo bueno que era en lo mío, pero sin que todavía nadie hubiera valorado si lo que iba a decirles les resultaría interesante.
Principalmente soy padre y eso me ha hecho descubrir el amor real, sin condiciones. Luego creo recordar que soy licenciado en filología hispánica y que tengo algún que otro máster y cursos varios que no me sirvieron para resguardarme de la tormenta cuando llegó.
Trabajo en serio analizando problemas ajenos y escribiendo textos que nada tienen que ver con la creación literaria como tal pero que me permiten vivir dignamente.
A mis cuarenta y tantos años, no recuerdo cuándo empecé a escribir poemas pero sé que siempre los motivó un sentimiento intenso. Si consigo que alguno de mis lectores se conmueva con algo de lo que escribo, no necesito más.
Creo en el amor por encima de lo demás y en su capacidad para construir o destruirlo todo.